sábado, 1 de marzo de 2008

¿USTED ESCUPE?/ Gustavo Méndez

Supongo que los venezolanos somos —de por estos contornos— unos de los pueblos más avispados. Los aficionados al baseball conocemos la inventiva de nuestros peloteros en la búsqueda de nuevas formas de enfrentar dificultades ofensivas o defensivas. Por obra del gran ANTONIO ARMAS la técnica de ‘cordón de zapato’ ya no se usa para atrapar un batazo destinado a caer hacia el frente del jardinero o el foul fly dirigido a caer muy cerca de las vallas que separan el campo de juego de las tribunas. Antonio inventó deslizarse sobre su dorso y tomar la bola ‘de medio lado’, con la mano enguantada en paralelo, con lo que evitaba lesiones por el choque contra la pared o las que se producían con la caída, luego de inclinarse hacia el piso en medio de una rápida carrera para tomar la bola.

Pero no era de baseball que el hombre a mi lado, en la barra del BAR RISTER, quería hablar. La introducción deportiva sólo era una excusa para llevar la conversación hacia el vicio, bajo la justificación de hablar de las habilidades y mañas venezolanas. Tal como lo hizo EL UNIFORMADO de Miraflores con esos ‘precursores’ de la cocaína que EVO le envía (hojas, pasta de coca), con los que se cepilla los dientes al amanecer para luego desayunar con ellos, mi interlocutor pasó a hablarme del consumo del chimó en los bares de New York, muy lejos de las tierras merideñas y trujillanas donde se inició su producción y consumo. Consideró necesario explicarme que así como la pasta de cacao es un ‘precursor’ del chocolate y las hojas y pasta de coca son ‘precursores’ de la cocaína, en tan igual grado lo es el tabaco del chimó. “Unos y otros productos tienen semejanzas —me dijo—, sobre todo en lo que corresponde a su historia. La de la coca ya nos la contó HUGO, relacionada con atavismos y costumbres precolombinas del Altiplano”.

La del chimó es parecida. Este menjurje se obtenía: 1) Hirviendo la planta del tabaco durante mucho tiempo; 2) A la pasta que se lograba, llamada moo, se le agregaba el material que se encontraba al fondo de la Laguna de Urao (Lagunillas, Mérida), una especie de carbonato de soda. 3) Luego se “aliñaba” mediante la incorporación de diversos productos, al gusto del fabricante ‘chimoero’: raspadura de papelón o panela, alguna harina y aromatizantes al gusto. Tiempo después empezó a añadírsele alcohol, bajo la forma de anís o de cocuy. Nuestros campesinos de Centro Occidente consumen el chimó en búsqueda de los mismos efectos que se obtienen con la hoja de coca: contra la fatiga, contra el hambre, para la embriaguez. Pero en contrario a lo que el lenguaje común nos indica, el chimó ni se ‘come’ ni se ‘masca’. Este es el procedimiento: nuestros campesinos se colocan una pequeña ‘pella’ detrás de los incisivos y dejan que se diluya debajo de la lengua. El jugo obtenido no se traga sino que, por el contrario, se arroja. Es por eso que en los Llanos Occidentales los ‘comedores’ de chimó se identifican preguntándose: “¿Usted escupe?”.

La leyenda de la Laguna de Urao pareciera creada por Adriano González, porque en la tradición de los indígenas que ocupaban la zona en un principio, se dice que aquella se formó con las lágrimas de las vírgenes que lloraban en lo alto la pérdida de su tierra y de su libertad a manos de invasores. ¿Españoles? —pregunté— “No, eso ocurrió después”. Se trataba —como en muchos otros casos en nuestra América—de colonialismo endógeno: la raza invadiendo a la raza: chibchas, indígenas del país de al lado. Cada siguiente invasión produjo una nueva mudanza de la Laguna, como cuenta don Tulio Febres Cordero: Es una laguna portátil … como el país de Adriano.

“No veo donde aparece la viveza venezolana en esa historia” —le espeté a mi compañero ocasional de barra; a lo que respondió—. “Tiene razón y perdóneme por distraerme, ahora se lo digo. Resulta que los avispados muchachos venezolanos que han sido aventados a otros países por la de Tascón, la de Russián y otras listas, encontraron la manera de eludir la prohibición de fumar en sitios públicos, y acceden a la nicotina en forma discreta y a costos muy bajos, al tiempo que se entusiasman con los efectos embriagantes del chimó. En las discotecas de New York se consume ahora tanto chimó como en Ospino o Barinitas y los chamos han agregado otro rubro a nuestro comercio de exportación”.

¡NO ME EXPLICÓ EL CONTERTULIO COMO HACEN EN LAS DISCOTECAS PARA ESCUPIR EL RESIDUO!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

!!El artículo o es verdaderamente asqueroso!!

Gustavo Méndez dijo...

Es cierto pero no excepcional. Parece ser una característica de esos recintos cerrados a los que va la gente en busca de distracción. ¿Ha entrado el alarmado lector alguna vez a una discoteca a plena luz del día? ¿A la cocina de un restaurante chino? ¿Ha observado un dogout en un juego de baseball, cuando managers, coachs y peloteros descargan sus tensiones comiendo maní, pistacho, papitas, tabaco en rama, chicle, etc? ¡Uno de mis hijos declinó el tradicional gusto familiar por ese deporte desde que lo llevé, siendo muy pequeño, a uno de ellos, a capturar autógrafos de los famosos!


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