jueves, 6 de diciembre de 2007

ROJO ROJÍSIMO/ Rosa Bertin

Este viernes, quise probar un cocktail recién creado, el Octubre Rojo. Como el barman no lo conocía, tuve que explicarle que se prepara con vodka, crema de cassis y schweppes. Me quedé contemplando el bello color rojo del combinado, preguntándome por qué se llama así, si fue creado durante el festival de Cannes, nada que ver con la revolución rusa que tantas veces me explicó mi ex-esposo, medio comunista él. De una cosa a otra, me recordé mi primer acto de rebeldía.
Yo tenía 15 años y estaba harta de mi cabello hasta la cintura. Un día me fui a la peluquería a cortármelo cortico y pintármelo de rojo pero rojo-rojo-rojísimo, para escándalo de mi abuela, que era costurera y muy conservadora. Y de la madre Bernadette, que me prohibió regresar al colegio mientras no me quitara (y señalaba con su dedo feroz) “ese color endemoniado”. Me gané 3 días sin clases y la admiración de mis compañeritas, pero también la sorna de las monjas que en adelante me llamaron “caperucita roja”...
Aquel tierno recuerdo, quizá por el efecto del excitante color rojo y de la vodka, se esfumó y en mi mente se dispararon las imágenes tremendas de una película francesa, “La reina Margot”, cuyo vestuario era un espectáculo no sólo para la vista sino para el oído, porque con cada movimiento de los personajes se oía el crujir del satén y el damasco, el frufrú de la muselina y el terciopelo. Pero aaaaaaah, cuando aparece el rey todo de blanco, y a medida que se desarrolla la escena, poco a poco, lentamente, el color blanco se va enrojeciendo: era la sangre que rezumaba de los poros, el rey estaba envenenado, se moría sin saberlo. Y lo más impresionante, al final de la película, Margot con su vestido de satén blanco salpicado por la sangre de su amante decapitado. ¡Qué película tan fuerte! Fuerte como el color rojo, el color de la sangre, el color de la pasión.
El barman me trajo mi segunda copa, pero si yo quería disfrutar de mi Octubre Rojo, de su sabor intenso y a la vez delicado, tenía que borrar esas imágenes terribles así que me obligué a enumerar las plantas con las que antaño se obtenía el color rojo, como lo aprendí en mis clases de diseño textil: la granza, el palo Brasil, el sándalo rojo, la orcaneta, el tornasol rojo, la flor de alazor... Pensé en el rojo de los pimientos de Espelette, un pueblito del país vasco francés, con sus fachadas cubiertas por los famosos pimientos de la región puestos a secar en ristras para ser envasados...
Y el rojo de la laguna de Cuare, en Morrocoy, cuando se posan las bandadas de coro-coros... Y el rojo de los diablos danzantes de Yare... Sí, el rojo es el color más vistoso, siempre me gustó. Pero como últimamente está en todas partes, se ha desvalorizado. En estos días vi un color rojo lastimoso: me fui en metro a las tiendas de tela de San Jacinto y me bajé por error en Capitolio. Al asomarme a la avenida Baralt, vi que todos los toldos de los buhoneros, una fila interminable, eran rojos pero un rojo ya desteñido, comido por el inexorable sol tropical...
Cuando terminé mi Octubre Rojo, me retoqué los labios con mi rouge de Dior, agarré mi cartera roja y me fui a mi casa.

En las imágenes: Cabellos rojos, La reina Margot y los Pimientos de Espelette

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