Un amable comentario de Alcides Villalba en torno a la minucia que, bajo el título El gato sin nombre, colgáramos acá hace un par de días motiva estas pocas líneas a manera de apostilla a la mencionada fruslería. Nos reprocha Alcides lagunas y equivocaciones.
En nuestra nota, no intentábamos inventariar el menú del Gato Pescador, sino especular en torno al significado de las palabras Halászó Macska, sazonando nuestras elucubraciones con una que otra referencia a la oferta alimentaria del desparecido comedero húngaro. Pero, ya que nuestro amigo trajo el fatányéros a colación, debo confesar que fue más olvido involuntario que omisión deliberada.
Es cierto: servían en el Gato Pescador esta descomunal especialidad cuyas raíces nos remiten a Transilvania (recuérdese que esta región perteneció a Hungría en algún momento). Imagino que el tamaño y composición del fatányéros buscaban exorcizar al mismísimo Conde Drácula.
El platillo en cuestión es una suerte de parrillada mixta elaborada con filetes de buey y ternera, chuletas de cerdo, tajadas de hígado de ganso y tocineta. Se sirve sobre un plato de madera en cuyo centro hay una barra de metal, un alambre en realidad, que sostiene las distintas piezas manera de brocheta. Se le acompaña, generalmente, con una ensalada de papas y, a lo mejor, el Tokaj sea muy dulce para maridar con él.
Dice Alcides, apuntando a mi senilidad (Viejo es viejo manque se afeite la papada) que el Pez que fuma era un burdel guaireño y no caraqueño. Creo que nuestro amigo se equivoca. El Pez que fuma, más que burdel cabaret o bar de putas, quedaba en Los Flores de Catia. Román Chalbaud lo ubica en el litoral, tal vez evocando El campito, aquel famoso prostíbulo donde se dice mataron a un enano al usarlo como balón en un improvisado juego de voleibol. Eran tiempos en los el litoral guaireño, de alguna manera, formaba parte, parte de la ciudad. Después nos lo arrebataron para crear una entidad sufrida e insostenible.
También hubo, entre los años 40 y 50 del siglo pasado, un Pez que fuma en Acapulco. Allí tocaba el piano Juan Bruno Tarraza y cantaron, ente otras y otros, María Luisa Landín, Toña
Como es posible, caro Raul , que no hayas incluido entre las delicias del Gato Pescador aquellos sus famosos Fatanyeiros, que la maledicencia del lugar y de la epoca aseguraba que estaban compuestos, entre otra viandas, de gato y de pescado. Saludos amigo y te recuerdo que el Pez que fuma era un burdel guaireño y no caraqueño. Viejo es viejo manque se sfeite la papada.
16 de abril de 2008 22:09