Una de las teorías más socorridas sostiene que los primeros cultos provienen de la agricultura, cuando los campesinos hacían una ceremonia enmascarados, con los cuerpos pintados para celebrar la fertilidad de la tierra y obtener mejores cosechas, tratando de asustar a los malos espíritus – y me pregunto qué aspecto presentaban que hasta los malos espíritus huían – por lo menos hasta la siguiente temporada, si es que regresaban. Pero lo cierto es que ya podemos decir que es un antecedente del carnaval, aunque sea en la forma.
Al parecer, la primera fiesta como tal se conoce en Sumeria y el antiguo Egipto donde bailaban, cantaban y se disfrazaban como símbolo de que no había clases sociales mientras duraba la parranda; como se ve ya hay cierto parecido con los carnavales actuales. Se convirtió en una tradición que llegó hasta Grecia, que mucho más organizados, unos seis siglos antes de Cristo utilizaron una especie de barco con ruedas sobre el que la gente disfrazada bailaba todo tipo de danzas. Los romanos pronto adoptaron la fiesta y el carro al que llamaban “carrus navalis” y se lo dedicaron a la diosa Isis. Esta diosa procedía del antiguo Egipto y simbolizaba la fertilidad entre otras cosas; la representaban a veces con cuernos de toro; los griegos la tomaron prestada como casi todo y se la traspasaron más tarde a los romanos que como se sabe no dedicaron mucho esfuerzo a construir su Olimpo ya que los griegos se lo dieron casi hecho, y a lo sumo le cambiaban los nombres, aunque este no fue el caso.
Lo cierto es que la fiesta se instituyó con ceremonias asociadas a fenómenos espirituales, ciclos astrológicos y otras cosas tomadas de los cultos celtas y germánicos. Se manifestaban con danzas, cánticos, máscaras y desorden, claro que con estas cuatro cosas, quién no adopta esa tradición; así que todo el mundo se empató en la misma. En aquella sociedad romana con tantas diferencias sociales venía bien supongo, que una vez al año hubiera libertad para todos. Bajo el manto de Isis diosa de la fertilidad – a quien lo del desorden le vendría bien – ricos y pobres se mezclaban durante la fiesta y ya saben: sálvese quien pueda.
A mí no me extraña que a través de los siglos nos haya llegado el evento casi igualito, es decir máscaras, disfraces, desfilando en carrozas con mucho baile y sobre todo el desorden, como los romanos; no olvidemos que somos latinos, sus descendientes.
Todos los pueblos de la antigüedad de una u otra forma adoptaron la fiesta. Hasta los hebreos, mucho más serios en estas cosas, parece ser que tenían unas fiestas dedicadas a Pharmo y solían usar disfraces y máscaras a pesar de que el Deuteronomio lo prohibía, pero humanos al fin se debían echar también sus canitas al aire.
Luego llegaron los paracaidistas como Baco, el dios del vino; Orfeo, el dios de la música y tantos otros como Momo que en el fondo era un bufón que entró al olor del despelote y cupieron perfectamente en el cuadro. Poco a poco la fiesta se fue desmadrando hasta que los emperadores se hicieron cristianos y
La idea era que justo antes de la prohibición de consumir carne la gente se desquitara un poco. Sea por lo de “carrus navalis” o “carnelevarium” con su parecido, a partir de ahí se le empezó a llamar “carnaval” a ese tiempo de jolgorio y jarana, que siempre precede a días de recogimiento y sobriedad.
Alternando épocas de permisividad y otras de prohibición, lo cierto es que la fiesta ahí sigue.
Cuando los españoles y portugueses colonizaron América, entre tantas cosas se trajeron el “carnaval” y demás está decir que debió resultar mucho más fácil adoptarlo como nuestro, que arraigarnos en la liturgia cristiana, cosa que también lograron, pero estoy seguro que les costó mucho más trabajo. Así que feliz carnaval para todos.
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