Jose Rafael Alvarado Ruiz
Desde hace una semana se me metió en la cabeza la celebración en familia de ese acontecimiento deportivo nacional del football americano, que llaman el Superbowl, esto seria una experiencia mas de las buenas, regulares y malas, por las que uno pasa en este generoso país y como en cualquier lugar, habitado por seres humanos.
Una de las cosas que se debe hacer es seleccionar un menú para la ocasión y, como primero muertos que sencillos, nos decidimos por un pato al estilo pequines, pero servido con dos salsas una de naranja y otra Hoisin.
Acompañado por las respectivas panquecas, y una ensalada de brotes de de soya, cebollin, pepinos, ajíes chinos, aderezada con soya, aceite de ajonjolí, limón y miel. Y para una de nuestras hijas que no come carnes de aves o mamíferos, pues le hicimos un tuna pataki, con su respectivo aderezo en base a salsa de Soya, limón, salsa de maní, y picante.
Toda esta para fernalia la comenzamos a hacer desde las ocho de la mañana, porque el pato lo tienes que dejar colgado después de sumergirlo por treinta minutos en agua hirviendo, durante mínimo seis horas, antes de hornearlo.
Todo sea por este momento, de armonía familiar y nacional en torno a un juego, al que confieso invite por puro interés a nuestro hijo y una amiga, porque supuestamente sabe más de las reglas de este juego que yo. Que tan solo distingo en el, un caótico enfrentamiento, parecido a las coñazas colectivas entre patoteros, que protagonizamos en los sesenta, en Caracas, Venezuela.
Llego la hora del inicio del partido y yo aun estaba terminando de hacer las panquecas, asistido por mi esposa, perdiéndome gran parte del inicio del espectáculo y del primer tiempo, que incluye a los comerciales de televisión, que para un viejo publicista como yo, sencillamente son un placer contemplar, estas memorables piezas publicitarias.
Una vez instalados frente a nuestro televisor de no se cuantas pulgadas, mi hijo y yo, con cerveza holandesa en mano, (ya les dije que no somos sencillos) , y mi mujer, nuestra hija y la invitada con su copa de vino, por fin nos acomodamos para degustar nuestra primera cena Superbowll.
Al sentarme a comer en la incomodidad de nuestro family room, algo que no es hamburguesas y perro calientes, que son fáciles de manipular, la mesita del family se nos hizo pequeña, para la caótica escena de hambre colectiva, que sucedió a la larga espera por este condumio y por lo cual me perdí de una buena parte del segundo tiempo de partido, tratando de comer con palitos de la manera mas digna posible delante de la visita.
Ya en el tercer tiempo, y todo estabilizado y servido cada quien en sus platos, nuestra hija que desde que llego a este país, no hace mas que quejarse y rechazar todo lo que le huele a cultura nacional norteamericana, comenzó a tirarle dardos venenosos a nuestra iniciativa, burlándose de la vestimenta de los jugadores, del juego, del espectáculo, de los comerciales, hasta que apareció Tom Brady en escena, que levanto una ola, de las mujeres en la sala de mi casa, arrancando comentarios, que ruborizaban hasta a un viejo como yo, que cree haber visto tanta agua correr bajo los puentes.
En el cuarto y ultimo tiempo, y después de varias copas de un caldo adecuado para la ocasión, mi esposa que observaba el partido, comentaba cada vez con mas insistencia que no entendía un coño y le preguntaba al hijo por que carajo en vez de lanzarse hacia el lado donde había menos jugadores contrarios, para avanzar mas, se lanzaba de frente contra una pared humana.
El hijo con mucha paciencia, trataba de explicarle que era cuestión de estrategias de juego, etc. pero ella insistía, “como se va a llamar football un juego donde lo que menos se hace es patear la pelota, nuestro football es mas fácil de entender, es mas emocionante y mas dinámico”.
A todas estas, mis comentarios se centraban en el espectáculo, una transmisión en vivo y en directo, de una película de acción, a la que a tan solo le falta un romance mas explicito, que las arengas de las fanáticas del QB, de los patriotas de Nueva Inglaterra, en la sala de mi casa.
En la medida que se aproximaba el final, y ya cansado del fastidio de nuestros comentarios y preguntadera, nuestro hijo, para cortarnos en seco, nos dice, “Ese juego es muy complicado, yo no entiendo mucho todavía las reglas, además es la ultima vez que veo un partido, de lo que sea, con ustedes”, mientras yo miraba mi inversión de tiempo y dinero, en comida y cervezas holandesas, como perdidas.
A todas estas, mi mujer después de un tenso silencio cuando los gigantes se fueron arriba, se pone eufórica porque los patriotas del papa chongo de Braydi recuperaron la delantera y en tono subido, desdiciéndose nos dice a todos, ¡déjense de vainas, este juego es más emocionante que el carajo!
Al pasar lo que paso, la fanaticada de los patriotas o mejor dicho de Tom Brady hizo silencio… ¡que momento caballeros!, y a mi mujer lo único que le importaba era la carita de tristeza del papachongo y yo allí, estoico recibiendo aquel aguacerito, y sin poder quejarme, fue su dulce venganza, por los comentarios que yo siempre hago, cuando vemos una película y aparece cualquier actriz del pasado o del presente, y yo afirmo pero inofensivamente, que ella fue o es mi novia.
Y para colmo todos se levantaron al terminar el partido, se fueron y me dejaron a mi, cual empleado de estadium, recogiendo el caos dejado en la sala y la cocina por la fanaticada, como para que disfrutara yo solito el triunfo de los míos.
Menos mal que no les gusto este juego, el próximo año me voy solo a un Sport Bar, a comer papitas, maní y tostones.
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