miércoles, 13 de febrero de 2008

BARES DE ULTRAMAR: INDIA/ Pablo Antillano

Cuando regresé de la India me desquité. Sin abrir las maletas me fui directamente a las barras de Candelaria, luego a Las Mercedes y a Chacao.Durante dias me senté por ahí , para hablar con los parroquianos y para tomar con libertad toneles de cervezas, vinos y vodkas. Es que en la India faltan barras y una vida sin barras es insoportable.

Lo que si hay, parójicamente, es vino. Y no todos son tan malos como parece. Corriendo el riesgo de que un sabio enòlogo como Ben Fihman –quien se ha convertido en un frecuente viajero hacia el Rajasthan — nos censure, tenemos que decir que por lo menos en Pondicherry, la parte colonizada por los franceses, se beben buenos vinos indios. Tengo aún el recuerdo en los labios de esa sorpresa extraordinaria.Ya nuestro amigo Karam Bahwat nos había introducido en Bombay (Mumbai) , en la costa oeste frente al Océano Arábico, en el fino Clairette, un blanc de blanc muy seco con que el que se acompañan bien los manjares asiáticos que rebozan de curry, chutney y toda clase de especies exòticas.

En cambio en el trayecto – por tierra -- hacia la otra costa, hacia el oriente, en el Golfo de Bengala, no tuvimos tan buena suerte, y nos tropezamos con horribles desaguisados, siempre terminamos refugiándos en el blanco Riviera que acompaña noblemente los sabores fuertes. Definitivamente, a pesar de la diversidad y la cantidad de personas, la India no es un pais de amplia cultura alcohòlica. Los musuilmanes no se le acercan y los hindúes lo ven de lejos. Solo en los lujosos hoteles Taj, en los Oberoi, y en las cadenas americanas puede eventualmente encontrarse algún whiskey escocés, vodkas genuinas o vinos europeos.

No nos fue demasiado mal con nuestro Riviera doméstico en las posadas y restaurants de Bangalore, Mysore y Chennai (Madrás). E incluso en Kerala , en el extremo sur, dónde pasamos la parte del tiempo. Pero fue en Pondichéry, de fuerte influencia francesa, donde tropezamos con el paraíso de los enòlogos de la regiòn. A diferencia del resto de las ciudades que visitamos, en “Pondy” hay montones de licorerías abiertas a la calle, y las bebidas no pagan los desconsiderados impuestos de hasta el 70% con que las autoridades pechan al pecaminoso consumidor. En Madrás los licores importados pagan hasta el 80%..

Nos han explicado que, en cambio, el gobierno de Pondichéry utiliza la libre venta de licores para atraer viajeros de muchas partes del pais y ha terminado por concentrar el mayor trade de la India. En todo caso los vinos muy secos que producen en el pais no tienen nada que envidiar, según los expertos, a los vinos de Australia y California.

Para enfrentarse a los platos con mucho gengibre, curry, ajo , hierbas y especies urticantes , los indios tienen buenos cabernet y chardonnay, pero en dos extremos. Uno es el de los muy secos, que nos parecen buenos, pero los otros, húmedos y dulzones son intragables.

Por recomendaciones hemos probado los vinos de la casa Grove que tiene 15 años cosechando uvas francesas al pie de las Colinas Nandi, cerca de Bangalore, y que están asociados con buenos fabricantes franceses entre los que se cuentan los de la Veuve Clicot Ponsardin . Son ellos los que producen el Clairette que probamos en Bombai; producen Le Reserve que es un rojo Cabernet Sauvignon y el rosado Chateu Musar. Las botellas no pasaban de 400 rupias (9$) y todas las marcas son exportadas.

Miro Popic y Pedro Espinoza también tendrán de perdonar esta intromission en sus sagrados cotos cuando les diga que la casa Chateu Indage produce vinos que les harían caer para atrás. Trabajan con uvas francesas que cultivan en el extenso valle del río Kurdi , al sur de Bombai. Tienen 10 marcas que exportan a Europa y Estados Unidos: espumantes como el Omar Kayyam, rojos como el Arnakali y el Soma. Un blanco Chabri y un blanco Soma que mezclan con uvas de la India. Mi preferido fue el espumante Marquis de Pompidou.

Pondichéry, en todo caso, parece ser el alma difusora del sacudòn etílico de la India.

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