Era Lunes. Fue una llamada tempranera, pero viniendo de Adriano, casi una amenaza. Lo imaginaba a él, si lo hubiera llamado yo. Su respuesta ante tal impertinencia hubiera sido la de siempre: “quién se atreve”. Escuche su voz entre quejosa y crítica:
-Dejáte de jodederas, decime, donde está el manuscrito ¡!. .
-¿Cuál ¿.
-Pues ese que yo cargaba el Sábado en el baño turco. ¿No te acordás, no te hagás el pendejo …
- Coño Adriano no tengo la menor idea …
Los sábados de ese período de nuestra vida tenían un ya conocido itinerario. Sabado 10. 30, llegada al Baño Turco del Bosque. El consabido mal genio y un impertinente aroma a cañoso recuerdo de la noche anterior. No había animo ni humor, ni energía para un saludo. Todo se resolvía por cortos pero terminantes monosílabos, no éramos capaces de expresarnos ni siquiera por mínimos grafismos. Lo máximo. Gestos cuneiformes, y eso, de vaina y en modo intermitente.
En un afanoso ir y venir de la sala de vapor a la sauna o viceversa, y de allí al chorro de agua fría, pasábamos buenas horas y medias. Los galenos de mas experticia en este ingrato saber, solían recomendar, en medio del horrendo oleaje, intercalar en el torrente etílico, una frescokolita. Otros, que habían logrado superar el enigma del día, tímidamente agregaban: ¡! ponle un chorrito de limón ¡!.
Salvador Garméndia, mas radical pontificaba: no pierdan tiempo, en pendejadas, esa vaina, solo la derrota una cerveza friita. También este sabio del transnocho y las barras, tenía como siempre, palabra sapiente y culto saber y algo que agregar.
Terminada la proto salubre gesta, quedábamos ya sobre la una para irnos ha comentar sobre los libros recién aparecidos y que recomendaba Raúl. El lugar el Frisco, allí dábamos cuenta de un sabroso Tom Collins y seguía Adriano, con el humor y la grata y profunda sabiduría que derrochaba, para realizar sencillos, pero profundos análisis, para lograr las relaciones menos pensables posibles entre uno sus poetas mas repetidos, Quevedo o Góngora o García Lorca, con los asuntos que en este momento nos ocupaban política, cultural o afectivamente. Esa estrofa se le oí y vi. utilizar de la forma mas inteligente, humorística y variada posible. Era por la fortaleza de su genio y versatilidad e ingenio en el uso de su fuerza como escritor, capaz de hacernos oír estos versos de Quevedo y Villegas: Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido,/ Venas, que humor a tanto fuego han dado,/ Medulas, que han gloriosamente ardido su cuerpo dejará, no su cuidado;/ serán ceniza, más tendrá sentido;/ polvo serán, mas polvo enamorado, en miles formas y veces sin repetirse en los cometidos y la gracia de sus atrabiliarias comparaciones y reflexiones siempre nuevas y perpetuamente inéditas y invariablemente ocurrentes.
Sabedor destacado de todo cuanto la lengua castellana pudiese tener como secreto y conversador afable y referente de una cultura tan vasta como posible, perfecto caballero en sus modos para el trato con gentes y siempre dispuesto a reconocerle las virtudes a quien con él compartía sin evidenciar la mas mínima capacidad para regatearle a nadie lo que le correspondía como ser humano.
Con estos iniciales créditos ¿cómo no quererlo tener como un buen amigo y como conversador excelso y ser capaz de prodigar bondad a cuantos le rodeaban¿ .
En este programa sabatino después del coctelito, obligado era pasar a la tienda de Frisco, a comprar los vinos que serían acompañantes del almuerzo que en ese momento componía con el acierto y genio de los mejores jefes de cocina de Caracas la inefable y bella e inteligente y gran periodista Mary Ferrero. Este era el único momento en el cual su atrabiliario temperamento trujillano irrumpía para imponer su terca voluntad, el vino: tenía que ser rojo y cabernet, y punto. Todos los invitados debíamos seguir la imponente noria. En este caso y solo en este caso una infracción a la norma sería severa y públicamente sancionada. Pocos, ni siquiera el in domeñable Orlando Araujo o Trina, se atrevían a romper los códigos. Todos, Chela, Mariana y Luís Alberto, Argimiro, Manuel, Rodolfo, Belén, Daniel, los Manueles: Caballero y Quintana, el Catire Hernández D'Jesús Caupolicán, Gonzalo, Marcos, Edmundo y Sonia, Oswaldo, David, Alfredo, todos incluidos caían en la celada.
Volvamos al manuscrito. Resulta que desde el sábado hasta la mañana del lunes de su llamada a él se le había extraviado un manuscrito. Estímese que para la época solo contábamos como respaldo con aquello que la maquina de escribir producía como original. Hoja por hoja. Folio a Folio, se iba haciendo un libro, nada que ver con eso que llamamos hoy el back up. Nada tenía respaldo que no fuera nuestra memoria, que bien corta que es, por cierto. Situación que justificaba su desasosiego. Pues él debía, mandar la obra a Barcelona, España. Me llamaba, por que los amigos comunes, cada vez que se les perdía algo acudían a mi, por suponer que era quien se los escondía para joderlos. ¿ Era verdad, no lo creo ¿. Pura infamia con la que tuve que cargar por bastante tiempo. Lo real es que no sabia nada del enigma.
Lo definitivo era que se trataba nada mas y nada menos que de la pérdida del original de su novela País Portátil. Menudo rollo.
Otro Sábado. Volvimos a la rutina, llegamos hasta el Frisco, nos saludo el Barman, que Adriano llamaba Babaganully, quien dice que su jefe quería mostrarle algo, así sucede, viene y pregunta si esto le pertenece y muestra un material, que había quedado olvidado en una mesa. El grito fue un estertóreo, ¡! Coño, mi libro!!..
Lo demás es conocido, gana el premio Seix Barral y nos volvemos a ver, cuando se aloja en nuestro apartamento de París. Allí celebramos de modo variado y amable su premio.
Hoy, para completar nuestro ciclo, y para asombro y paradoja como ser inteligente que fue, imprevisible, pero siempre fiel e inteligentísimo y con gran sentido de lo humorístico, realizó su último viaje. Recibió su pasaporte precisamente, en la casa de Elías Vallés, a quien nombró, en la época de la AdrianoRepública del Este, Ministro de los Asuntos del Mas Allá.
Allí espero verte Adriano, para decirte quién fue el que realmente te robó el libro de Piglia. Te advierto no fui yo. Ojala que nos veamos otro día sábado.
De despedida otro poema que te escuché: Tu cuerpo irá a la tumba,/ intacto de emociones./ Sobre la oscura tierra/ brotará una alborada. García Lorca.
PS: Su obra escrita, es inmensa en su belleza, contundente en su mensaje, amplia en su alcance, profunda en su sentido y filosófica para puro joder la paciencia de los academicistas.
4 comentarios:
En memoria del compañero de viaje
¿Quién anunció la libertad primero, quién escribió su sueño, su poema, quién su nombre borró de las praderas, quién la muerte cruzó con nuestra sombra, quién le fundió la luz al caminante, quién le robo su vida repentina, quién sabe dónde dormirán los cielos, quién hay que no esté en pie de muerte andando, quién al árbol le quita su mirada, quién del polvo podrá escapar riendo, quién de verdad ha añadido algo al mundo, quién nos cortará el hilo de la muerte, la noche rumorosa de luceros, el amigo que casi nunca vemos?
pablo mora
pablumbre@gmail.com
LBP
Bello artículo. Se lo merece un buen amigo.
Sólo un detalle: creo que sí le escondiste el libro... aunque después se lo
entregaras al barman para taparear la vaina. Bello artículo. Se lo merece un buen amigo.
LSN
Muy bello y merecido homenaje a quien conocí poco y menos disfrute de su
ingenio e inteligencia. Te felicito. Tenia tiempo sin recordar tus buenas
costumbres y merecidas compañías
SPS
Te botaste. Te revelas como un excelente cronista de lo que sucedió en esa
Caracas Bohemia que se daba cita en el Baño Turco y donde Adriano siempre
tuvo un papel protagónico. Gracias por regalarnos esa maravillosa crónica
enlazada con la narración de la perdida de los originales de PP, que
fielmente recoge lo que contaba Adriano y que tu narras con extraordinaria
fidelidad y así que me perdí
de esa parte que tu rescatas y compartes con los amigos de Adriano. Me tomé
la licencia de reenviárselo a Abel y me respondió con este texto que te
adjunto.
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