
Para mi fue una simpática novedad saber que la gente durante casi o más de doce horas el individuo no pueden consumir alimento alguno ni beber nada, ni siquiera agua, ¡mucho menos alcohol!, Están excluidos los niños y ancianos, mujeres en estado de gravidez y enfermos sometidos a un tratamiento medico comprobable.
Un venezolano acostumbrado a degustar unas copas, de vez en cuando y de cuando en vez, como dice Serrat, le resultaría un verdadero proceso kafkiano. Mis amigos Miguel Gerardo Van der Dijs (El catire Yaty, hermano y compadre mío) y Sunny (su esposa) al parecer tuvieron un momento de premonición al regalarme, antes de yo viajar a ese bello país, una “Carterita” en silver plate, a fin de llenarla de whisky. Con ella pude eludir las exigentes costumbres islámicas. Gracias a ellos, en buena medida, cuando iba a un restaurant logré disfrutar mis momentos, satisfaciendo mis deseos de tomarme mis traguitos. Pedía un vaso con hielo y lo llenaba con el líquido que traía en mi “carterita”. Y todo salía a la perfección. Yo respetaba las leyes de ese país al no pedir bebidas alcohólicas y al mismo tiempo, repito, satisfacía mis deseos de tomar.
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