Su historia fue la siguiente: una tarde de lluvia, la cola infernal, andaba solo y ante el agobio del tráfico logro estacionar y refugiarse en una barra. Para su sorpresa y por pura casualidad se encontró con buenos amigos que compartían una mesa y celebraban la designación de Germán Lairet como Embajador en Belgrado. Se sumo a la treta y el novísimo diplomático designado por Lusinchi luego de una larga tertulia le pidió que lo acompañara como segundo al frente de la Misión Diplomática. Cuenta Miguel que le agradeció y le recomendó que se llevara un diplomático de carrera. Me recomendó y quedó que me contactaría para proponerme esa opción. Entre ubicarme en algún sitio del planeta en donde vivía por esos tiempos, recapacito y acepto la tentadora propuesta. Dejó los pasillos de la UCV por caminos desconocidos. Su vida cambio y fue marcada por una enriquecedora carrera diplomática que lo llevo a Yugoslavia, Quito, Canadá y a las Naciones Unidas. Su experiencia como diplomático venezolano le corresponderá a él contárnosla. Lo cierto es que por esa cola caraqueña cambio para bien su destino.
De la tranca salvaje de ese viernes pasado me quedo esa historia, conocí al ex guerrillero más alto (Papote, Andrés Aguilar) y me permitió descubrir la barra más lejana de toda Caracas.
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