

Para aquellos que creen que Ginebra es una ciudad de relojeros martirizándonos con la hora, aburrida, llena de suizos apáticos y burócratas internacionales que poco tiene que ofrecer en lo que se refiere a las pasiones “barsianas,” como diría Fuentes, se equivocan. La ciudad a su manera, con estilo inmutable antes los cambios y el tiempo, es un sitio que sin perder sobriedad tiene para los visitantes en estas épocas el año, sus espacios para compartir entre el frio y la búsqueda de calor humano. Allí retornamos ese último día del 2007, en compañía de los hijos, María Eugenia y la inseparable Nicole , disfrutando en esa barra extendida como un ala de jumbo , en donde luego de compras de lo que deja la navidad viene la parada obligatoria en el “coffewinebar”, con su multifuncional diseño, despidiendo el año con otros también en camino a sus familias y asegurando las energías positivas que se requieren para adentrarnos en nuevos tiempos.
Las fotos que acompañan esta nota es muestra de lo bueno del ambiente que nos embargaba que hasta la cámara veía doble. También se aprecia que no discriminan a los niños, como se aprecia en la fotografía se aseguran de tener “milch” para visitantes como Nicole.
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